Viernes de quincena

En esta ciudad ruidosa y llena de gente fui a vivir justo encima de un guitarrista. Es un extraño designio el que une mi vida a la de los músicos: por un lado me encanta disfrutar de su arte, por otro, sufro los inconvenientes de tenerlos cerca, como ahora, un lunes por la noche, escucharle ensayar mientras yo quiero ir a dormir. Le doy vueltas a la posibilidad de bajar y proponerle que pactemos un horario, porque el jueves pasado estuvo hasta las dos de la madrugada mejorando su técnica con el rock n´roll.

Esto me pasa por venirme a vivir a la bohemia Colonia Roma, lleno de toda la intelectualidad más internacional de la Ciudad de México, o DF como aún les gusta llamarla a sus habitantes, que se resisten a los cambios de timón de una clase política aún más caprichosa que la española. Aquí vivió y mató a su esposa (por un estúpido accidente) el escritor William Burroughs en los años 50.

Hace ya casi tres meses que ando por estas tierras, muy poco, dicen los lugareños, pero a mí me parece mucho para alguien que está de paso. En este tiempo ya aprendí un innumerable número de palabras que me ayudan a desenvolverme: maguei (maiz), popote (cañita), totopo (nacho), cobija (manta), closet (armario), recámara (habitación), cajeta (dulce de leche), chapulín (saltamontes), mascabado (azúcar moreno) y algunas conjugaciones del verbo «chingar» cuyas acepciones no creo que termine de aprender en mi vida entera.

Han pasado muchos días desde aquella primera mañana en que pregunté a un señor cómo llegar a Chapultepec y no entendí su respuesta, porque aunque digan que hablamos el mismo idioma no es cierto. Ni por las palabras que usamos, ni por cómo las cantamos ni por el doble sentido que encierran. Ya me cambió un poquito la forma de hablar, ahora es una mezcla entre andaluz y mexicano que dicen que es muy graciosa. Me voy dando cuenta cuánto me gusta adaptarme, cómo me esfuerzo por mimetizarme.

Ya probé mil sabores nuevos, hice amigos, conocí lugares y formas de vivir muy diferentes a los que conocía. Ya me gusta el chile en la fruta y aprendí a cruzar las calles sin riesgo para mi supervivencia. Tengo un mapa mental de esta ciudad gigantesca de la que sólo recorrí una pequeña parte. Apenas salí al resto del país y no voy a poder ir muy lejos por asuntos demasiado largos de contar aquí que incluyen permisos de extranjería y dobles tributaciones fiscales.

Aún no visité museos, no los prioricé. Preferí mezclarme entre el bullicio de las calles. Ayer entré al Castillo de Chapultepec 20 minutos antes de que cerrara (nota mental: revisar los horarios antes de visitar los museos) y ahora necesito entender más la historia de este país gigante y bravo con el que tanta historia tengo en común.

Intento ser muy precavida a la hora de sacar conclusiones sobre una cultura tan diferente, me muerdo la lengua por no apresurarme, por no herir la sensibilidad de mis anfitriones. Aún así las diferencias saltan a la vista y también las similitudes. Y como en todos los lugares, hay gente de todos los colores, condiciones y formas de pensar.

El otro día una amiga me planteaba si los mexicanos no son para mí como ratas de laboratorio, haciendo referencia a mi interés antropológico en su forma de vida. Le decía, sin haberlo pensado muy bien antes, que en ese análisis puede haber dos sujetos de estudio: el otro o uno mismo. Reflexionaba en voz alta sobre cómo el contacto con lo diferente te hace darte cuenta de cosas respecto a ti misma que nunca antes habías podido apreciar.

No es del todo cierto, es muy difícil no observar, juzgar y prejuzgar al que es diferente, pero me gusta esa forma de verlo en que esta experiencia va a cambiar mi forma de vivir y de entender el mundo, intentando aprender todo lo bueno que hay aquí.

Por cierto, el viernes de quincena es un momento que me fascina. Aquí el salario se cobra quincenalmente y, cuando ese día coincide en viernes la ciudad se colapsa, todo el mundo se echa a la calle, el tráfico se pone imposible, los bares se llenan, el centro está a reventar. Si normalmente sorprende ver las calles con tanta gente, estos días son toda una experiencia. 25 millones de personas dan para mucho y esta ciudad no descansa.

Desde aquí Madrid se ve como un lugar pequeño y tranquilo, demasiado contaminado para la poca población que tiene. Europa se ve como un lugar sin niños, silencioso, de aceras lisas y muy iluminado al que le falta un poco de bullicio. A veces me parece incomprensible por qué no tenemos tianguis y, como dice mi amiga Ana, cómo podemos vivir sin tamales.

Buenos días amiguitos españoles, la cigarra ya dejó de tocar la guitarra, la hormiga se va a dormir.

2 comentarios (+¿añadir los tuyos?)

  1. Belén Carrillo
    Jul 26, 2016 @ 20:10:55

    …»Reflexionaba en voz alta sobre cómo el contacto con lo diferente te hace darte cuenta de cosas respecto a ti misma que nunca antes habías podido apreciar.»…
    Gracias mujer.

    Los días tienen una hora menos de luz que hace un mes y el pasto tiene el color del sol.
    Seguimos pensandote y en sin gobierno, lo cual nos aligera el alma dos veces.

    Dulces sueños y chingones despertares.

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    • maicatrinidad
      Ago 15, 2016 @ 06:13:32

      Mujer, imagino que ya se notan los días mucho más frescos y cortos, aunque dicen que este verano está siendo muy caluroso (ya sabemos, en España todos los veranos son el más caluroso). Cuando veo fotos de allá me entristece el amarillo de los campos. Amo el verde y aquí en el Valle de México la temperatura es fresca y llueve casi todos los días. El verde lo inunda todo en una ciudad que te pinta los zapatos de gris.
      En cambio he añorado mucho el pantano, aun cuando me repito que en esta época está a reventar de forasteros que lo llenan de ruido y de basuras. Añoro todos los abrazos que estoy posponiendo y esas tardes de potingues y charletas ricas. No pasa nada, la añoranza es un faro que te indica que tu corazón tiene hambre y yo ahora os comería enteras.
      Disfruta mucho, pronto estaré por allá, aunque nada será lo mismo porque cambiamos todo el rato, los que se van y los que se quedan.
      Reparte besos en mi nombre y quedate uno muy grande para ti.

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